En el artículo de hoy queremos hacer hincapié en un tema que ya tiene mucha tela en el mundo de los restaurantes (y no nos referimos solo a los restaurantes de España): los niños extremadamente ruidosos. Con el andar del tiempo, miles de dueños de restaurantes han empezado a tomar medidas en contra de los niños que no saben comportarse adecuadamente en público, creando asimismo un ambiente dañino para los demás clientes.
¿Para qué toda esta movida?
Más y más propietarios van reconociendo que las personas que pagan para comer en cualquier restaurante merecen un poco de paz y tranquilidad mientras lo hacen. Los niños son bienvenidos, pero se les debe poner un alto si comienzan a molestar a otros huéspedes.
Decisiones de este tipo, o derivadas de esta base, han causado un gran revuelo tanto a nivel local como nacional, en cualquier sitio en el que ha habido un caso parecido. Algunos padres con hijos han dejado de comer en esos restaurantes, lo que probablemente fue el punto de todo el ejercicio, mientras que los dueños, en general, dicen que su movimiento audaz está trayendo muchas más ganancias de lo que se esperaban. Es decir, este problema tiene todos los ingredientes necesarios para convertirse en un conflicto abierto.
¿Por qué tiene mucha tela?
Este tema tiene mucha tela marinera, y el don de dividir a la gente, siempre que se saque a colación, por su fuerte carga. El año pasado, un dueño de un restaurante grancanario se negó a servirle a él y a su joven hijo. La declaración del dueño ha sido directa, echándole cara al asunto: ¨Hay personas a las que les gustaría desayunar sin los gritos de los niños pequeños que les rodean. Y las personas que se ven afectadas por esta declaración deberían darse cuenta de que no tienen por qué hacer partícipes a los demás en algo que, por su naturaleza, desentona¨.
Ya que la virtud está en el término medio, no creo que se busque, en el mundo de los restaurantes, expulsar directamente a los niños, sino que, poner de manifiesto, en los ojos de sus padres, las reglas sociales que se suelen incumplir. Se trata pues de un nivel de buen comportamiento y conducta en los espacios públicos, que, basándose en la disminución de la formalidad de los restaurantes en los últimos años, llegó a tal extremo como para que se considerara que los restaurantes son poco más que un parque de aventuras para los padres y sus hijos.
Darle la vuelta al asunto
En toda esta controversia cabe destacar un aspecto muy importante: ¿por qué un niño debe ser tratado de manera diferente a un adulto en público? Dar por hecho que los demás entenderán la peculiaridad de la situación, contrasta con las libertades y los derechos que todos los seres tenemos. Por ende, si sale a comer en la ciudad junto con los niños, no se limite a sentarse sonriendo como si fueran tan lindos como un gatito en un tutú, mientras que el resto de los clientes están hundidos en gritos o lloriqueos. Actúa.
No son solo los restaurantes los que se ven afectados por este comportamiento
Una encuesta reciente mostró que al 60% de los viajeros les gustaría un área separada en aviones para familias con niños. Puede que no sea práctico en un avión, pero ya hay varias aerolíneas que han declarado públicamente que van a tomar en consideración esta opción para un porvenir no tan lejano. Quizás, de manera similar, una sección exclusiva para familias en los restaurantes podría ser el camino a seguir.
Como colofón, está claro que este asunto aún está puesto en tela de juicio. Sin lugar a dudas, habrá que darle más vueltas al asunto y reflexionar sobre este problema, más a fondo, tomando en consideración todas las facetas de la agenda de ocio que tiene a su disposición una familia. Pero lo claro es que nos hallamos ante un problema social de convivencia, en el que, en busca de su libertad, unos pasan por alto la libertad de los demás.